LA PAREJA,
JUEGOS NO CONSCIENTES
Y
JUEGOS DE PODER
Lé Karuna
“Un eros inconsciente siempre se expresa como ansias poder” . C.G. Jung
El tema del juego fue planteado por primera vez por el historiador holandés Johan Huizinga en su libro “Homo Ludens” de 1938 -que acepta la definición y clasificación de juego de Herbert Spencer expuesta en “Principios de psicología” donde el juego se explica como una energía biológica sobrante que se manifiesta en una forma inferior, -el deporte- y otra superior, -el arte-. Huizinga sólo se dedicó a estudiar el juego como función humana y fenómeno cultural afirmando que todo el hacer del ser humano no es más que un jugar.
Para Friedich Schiller el impulso lúdico es el fundamento del impulso artístico, síntesis del instinto de la forma y lo sensible: “el hombre nada más juega cuando es libre en el pleno sentido de la palabra y nada más es plenamente hombre cuando juega”. Para él la belleza es el objeto del impulso del juego.
Para Nietzshe los juegos de poder están vinculados al dios Dioniso que es el dios del juego y del placer e indica la voluntad de poder, que para él es voluntad de vida, deseo y creación. La atención del joven Nietzsche se dirige a justificar la vida a través del descubrimiento del genio y del juego y eso es lo que le da un sentido a la vida.
Tratado por Heidegger, con discípulo Gadamer y Wittgenstein, coinciden en que el juego es el principio de la cultura.
“Teoría de juegos y el comportamiento económico”, del matemático John von Neuman, publicado en 1944 plantea términos posteriormente utilizados y cuya teoría es ampliada por John Nasch en 1950 en su tesis doctoral, Juegos no cooperativos, que le mereció más tarde un Nobel de Economía.
Toda esta teoría de juegos junto con las aportaciones de Huizinga, el existencialismo de Sastre, Heidegger y Wittgenstein sirve de base para el desarrollo posterior de la teoría de los juegos psicológicos de Eric Berne, quien hace referencia a todos ellos en sus obras y especialmente en su obra “Juegos en los que participamos”.
Eric Berne, es fundador de la corriente de psicología humanística de Análisis Transaccional, que simboliza en el Niño libre, -feliz del disfrute y del juego espontáneo-, aquella capacidad humana contra el poder de la civilización que domestica el mundo y que no escucha la voz de la locura de este Niño de pensamiento mágico y creativo, el de la intuición emocional y pensamiento “marciano”, frente al punto de vista “terrícola”, aquel que está oscurecido por los prejuicios aprendidos en la primera infancia.
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I. LOS JUEGOS PSICOLÓGICOS EN ERIC BERNE
De los muchos autores que han estudiado los juegos de las interacciones humanas quizá Eric Berne sea el más conocido. En su libro “Juegos en que participamos” habla de cinco aspectos principales de los juegos psicológicos: definición, diferenciación entre juegos de poder y psicológicos, clasificación, finalidad de los juegos psicológicos y, finalmente, más allá de los juegos.
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a) Definición: los juegos psicológicos son artilugios de incomunicación que se establecen en una serie de transacciones -proposiciones o enunciados- ulteriores con un truco (o un hablar con reticencia como una forma indirecta de decir las cosas), que conducen a un final bien definido, aportando de forma asociada un resentimiento, que representa la “ganancia” del juego. El proceso es: uno presenta un cebo, el otro jugador siente una debilidad para entrar y se genera el enganche, entonces el primer jugador inicia un cambio de actitud en el diálogo y el segundo jugador se lleva una sorpresa ante lo inesperado del giro, o sea: un cambio de rol o de tema.
b) Podemos decir que todos los juegos psicológicos son de poder, para manipular al otro y forzarle a hacer lo que no quiere hacer; son inconscientes y por ello repetitivos: acaecen una y otra vez, a menudo con las mismas personas y en iguales circunstancias. Desde este punto de vista se diferencian de los juegos de poder en general que son conscientes y aunque también pretenden en el plano social, -más que en el personal-, forzar al otro, (por ejemplo en una huelga de trabajadores), sin embargo sus objetivos son concretos;
c) Berne clasifica los juegos psicológicos según temas y escenarios en que tienen lugar: de vida, maritales, de reunión, de consultorio y sexuales. Josep Lluís Camino Roca opta por una clasificación que aporta R Kertész, por considerala más didáctica para aplicarla en psicoterapia, siguiendo el llamado Triángulo Dramático de Karpman: según cambia en los roles de Perseguidor, Salvador y Víctima que puede representar cada jugador, dando vueltas alrededor de este triángulo ya se juegue con dos o tres jugadores, -evidentemente “no cooperativos”-; así por ejemplo:
- Juegos de Perseguidor: “Te pillé”, “Alboroto”, “Sí, pero...”, etc.
- Juegos de Salvador “Rescate”, “Mira lo que hago por ti”, “Cuéntame tus
penas”, etc.
- Juegos de Víctima “Estoy agobiado”, “Pobre de mí”, “Si no fuera por ti”, etc.
d) ¿Cuál es la finalidad de los juegos? o ¿por qué se juegan una y otra vez?: Claude Steiner, en su obra “L’autre face du pouvoir”, recoge tres motivos para jugar, que podríamos resumir en necesidades no satisfechas (los tres primeros de la lista), a los que añadimos tres más explicitados por Berne:
1.- Ganancia biológica: una forma de saciar erróneamente el hambre de reconocimiento.
2.- Ganancia social: una forma de estructuración del tiempo que llamamos pasatiempo.
3.- Ganancia existencial: confirmación de una Posición Existencial –actitud-equivocada ante la vida.
4.- Protección contra el miedo a ser desenmascarado y que se me conozca como soy.
5.- Evitar la intimidad.
6.- Procurar que los otros hagan lo que no quieren hacer.
e) “Más allá de los juegos” es la III parte del libro “Juegos en que participamos”, de Berne. En esta tercera parte, después del análisis minucioso de cada juego, Berne propone la necesaria recuperación de la autonomía perdida, que se manifiesta por la liberación o la recuperación de tres capacidades: conciencia de las cosas, espontaneidad e intimidad.
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Por conciencia de las cosas se entiende el vivir aquí y ahora, y no en otra parte, por ejemplo en el pasado o en el futuro.
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Por espontaneidad se entiende la libertad de expresar los propios sentimientos y emociones, significa liberación de la necesidad de jugar juegos psicológicos y de tener únicamente los sentimientos que nos enseñaron a tener.
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Por intimidad la franqueza libre de juegos psicológicos y la liberación del Niño que llevamos dentro, incorrupto, sensitivo e ingenuo, que vive el aquí y ahora, capaz de jugar en el mundo con la autenticidad de los juegos cooperativos y/o recreativos en la relación con otras personas.
Por otro lado, Lluís Casado, miembro de ACAT, (Associació Catalana d’Anàlisi Transaccional), nos aporta una clasificación esquemática del poder, a tres niveles: individual, relacional y social, de esta manera:
I.- INDIVIDUAL
- el poder como fuente de crecimiento
- el poder como desviación del crecimiento
II.- RELACIONAL
- el poder como enriquecimiento compartido
- el poder como manipulación
III.- SOCIAL
- el poder creador de sistemas sinérgicos
- el poder creador de sistemas opresores
Evidentemente, los juegos psicológicos se hallan enmarcados en los juegos de poder manipuladores, siempre que sean inconscientes y repetitivos.
La autonomía es el paso de la esclavitud de los juegos psicológicos en las relaciones personales a un auténtico decir sí a los juegos de la vida dionisíacos y culturales. En los próximos apartados nos detendremos en algunos de estos juegos.
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II. EL ZÓCALO INCONSCIENTE DE LA PAREJA
En este trabajo me centro únicamente en las relaciones heterosexuales de pareja por libre elección, sin pretender en ningún caso discriminar negativamente las relaciones de pareja homosexuales. En cualquier caso mi intuición me dice que los juegos han de ser muy similares tanto en una pareja homosexual como en una heterosexual, aunque esta es una tarea que extralimita el tema de este trabajo.
Antes de plantear el funcionamiento básico de algunos juegos inconscientes y de poder en el entorno de la pareja, como introducción a este complejo y apasionante planteamiento me parece imprescindible tener en cuenta algunos conceptos básicos extraídos del psicoanálisis.
Puget-Berenstein llaman "zócalo inconsciente de la pareja" a la estructura profunda reguladora de la misma, lo subyacente a todas las modalidades de interacción que son los observables. Este modelo relacional latente, sostenido por acuerdos y pactos inconscientes, es el que provee un código de sentidos implícitos; es el que establece el conjunto de leyes que regulará lo permitido y lo prohibido para esas dos personas a manera de síntesis que se diferencia de los códigos individuales.
Desde este nuevo código específico, cada pareja organiza sus entendimientos según los cuales selecciona una determinada modalidad de relación. El zócalo contiene representaciones objetales y con ellas arma una trama fantasmática (interfantasmatización). Da cuenta de la relación con el Objeto único, -explicado más adelante en el apartado dedicado a Colusión-, contiene deseos infantiles insatisfechos, la problemática de la diferenciación sexual; incluye también identificaciones históricas edípicas y representaciones socioculturales inherentes a las normas que dan pertenencia social.
Forma así una estructura relacional estable, aunque no inmutable, y es un organizador de la relación en sus distintas modalidades de intercambio (sexual, económico y comunicacional).
En su origen, tal corno fue definido, los componentes contenidos en dicha estructura podrían enunciarse en tres órdenes:
1º) Una representación narcisista, subyacente a toda relación de pareja, el Objeto Único, vínculo con un otro estable dotado de un carácter de necesariedad y exclusividad, a quien nadie podría reemplazar. Este modelo es soporte de las representaciones primarias de ambos miembros de la pareja.
2º) Van a formar parte del zócalo inconsciente las identificaciones aportadas por las historias edípicas y pre-edípicas según los modelos de organización familiar propia de cada uno de los sujetos del vínculo. La organización familiar es la que ofrece modelos de constitución de la pareja en su doble condición de pareja sexuada con exclusión del hijo, y pareja de padres en la que el acento recae en la relación con el hijo. De todo lo anterior devendrán las elecciones de cómo ser, a quién tener, y como quién hacer.
3º) También integrarán el zócalo las representaciones sociales inconscientes, dadoras de pertenencia al conjunto.
Estos tres órdenes de representaciones integrarán una nueva representación que las contiene, la del Objeto Pareja, que a su vez cada uno de los miembros aportará al encuentro, dando lugar a través de los acuerdos y pactos que establezcan, a una nueva construcción compartida: el Objeto Pareja compartido.
A continuación, examino y clasifico algunos de los juegos no conscientes y de poder contemplados por diversos autores -entre los que predominan Perez Opi y Landarroitajauregi - que tienen lugar en el contexto de la relación de pareja.
Me ha parecido de vital importancia sintetizar y agrupar algunos de los juegos que por la profunda implicación que pueden tener en una terapia de pareja exitosa.
Si bien siguiendo la clasificación de Berne distinguimos los juegos no conscientes de los juegos de poder que son conscientes, la línea divisoria a veces es muy difusa y sutil así que a continuación comentaré:
III.- Juegos de poder con una aproximación más general como marco coyuntural donde tienen lugar la mayoría de las relaciones; para luego introducir algunos
IV.- Juegos no conscientes. Algunos de los juegos no conscientes tipificados son algo más específicos y no tienen por qué afectar a la totalidad de las parejas. De todos ellos
V.- La colusión me parece de tal complejidad que he decidido dedicarle un apartado completo.
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III. Juegos de poder
El que las relaciones de poder sean rígidas o flexibles, estáticas o cambiantes, centralizadas o compartidas, etc. condicionan inevitablemente la calidad o la pervivencia de la relación de pareja.
En terapia debemos plantearnos quién y cómo se propone, quién y qué dispone, quién y qué se decide, quién y qué inicia, quién y qué se frena, quién y qué controla, quién y qué domina, quién y qué acepta, quién y qué permite, etc: Las líneas de poder en pareja suelen ser absolutamente sutiles y complejas.
Siguiendo a estos autores en este apartado trataremos: la dificultad de analizar el poder en pareja, la toma de decisiones, el complicado equilibrio entre ser Poder y poder Ser, la complementariedad de poderes y la complementariedad sexual de los poderes.
1.- La dificultad de analizar el poder en pareja
Además de amorosa, la relación de pareja es una relación de poder, de lucha de poderes, de logros de control, etc. En ella, tanto el concepto romántico del amor y de la pareja como los prejuicios de la igualdad, la democracia y el consenso en pareja se convierten en fuertes resistencias para hablar y analizar el poder intradiádico y sus estrategias.
En la experiencia de Pérez Opi y Landarroitajauregi, el metaanálisis de las líneas de poder intradiádicas suele resultar sumamente dificultoso en presencia de ambos y sin embargo sumamente fácil en sesiones individuales: ambos "saben" y "ven" por separado lo que no "ven", ni "saben" juntos. Así, las relaciones de poder tienden a convertirse así en un tabú intradiádico.
La lógica de esta prohibición de dar información "clasificada" es absolutamente bélica. Se trata —como en los servicios de inteligencia militar en tiempos de guerra— de no compartir con el "enemigo" las tácticas y estrategias propias, así como de ocultar mediante estratagemas los movimientos futuros, e incluso de establecer complejos sistemas de contrainformación que "despisten" y confundan al otro.
En gran medida cada uno no es consciente de sus propios recursos de contraespionaje y los niega si son mentados por el otro al tiempo que atribuye al otro mala fe por el hecho mismo de haber visto y denunciado esta trama.
Amar y luchar son verbos altamente compatibles que se pueden conjugar al tiempo en pareja.
2.- La toma de decisiones
El hecho de que la pareja esté compuesta sólo por dos miembros dificulta el proceso de toma de decisiones ya que sólo caben dos únicas posibilidades: el consenso o el disenso con empate. Si se da un desacuerdo se produce un empate (50 % frente a 50 %) que con frecuencia tiende a paralizar el proceso de toma de decisión.
Como la votación democrática es imposible en pareja el disenso siempre produce "tablas
democráticas", que impiden mecanismos de desempate.
En una situación de disenso -condicionada por la existencia común del "prejuicio del consenso"-,
se suelen poner en marcha mecanismos de producción de consenso como convicción, seducción,
presión dominio, etc., de manera que el deseo diádico de consenso puede transgredir los deseos
individuales de alguno o ambos miembros antes disensuantes.
El "teórico" consenso a menudo es determinado por elementos distorsionadores que contrarían la
correlación de fuerzas. Los elementos distorsionadores más habituales son: a) la presión grupal;
b) el prejuicio del consenso; c) la evitación del conflicto; d) la aceptación sumisa del poder del otro.
Estos elementos distorsiantes no se excluyen y pueden aparecer de forma simultánea.
Por lo general las parejas son resistentes a la introducción de mecanismos de desempate, porque tienden a clasificar el disenso diádico como una discapacidad de pareja. (Ello produce una tendencia a producir un juego que hemos llamado "tablas recurrentes", explicado más adelante).
3.- El complicado equilibrio entre ser Poder y poder Ser
Como concepto de poder es polisémico —es al tiempo un verbo y un sustantivo—
Pérez Opi y Landarroitajauregi teorizan sobre ambos aspectos refiriéndose a uno —en su acepción de verbo— como "poder Ser" frente al otro -en su acepción de sustantivo- como "ser Poder".
La dinámica del poder en pareja no responde exclusivamente a los impulsos de control, de sometimiento o de victoria. En la mayoría de los casos se trata más de (poder conseguir) que de (conseguir poder).
En la experiencia de las parejas ambos conceptos se confunden, se contraponen, se enfrentan, se mezclan y sustituyen invasivamente a veces de forma perversa.
Ambas proposiciones se pueden utilizar como estrategia para lograr la otra aunque en pareja puede ser más eficaz el logro de (Poder Ser) como estrategia para conseguir (Ser Poder): "en tanto que puedo Ser, acabo siendo el Poder". (La otra opción sería ser Poder para conseguir poder Ser: "en tanto que logre el poder puedo lograr esto o aquello").
Generalmente en pareja la percepción de ambos miembros tiende a interpretar "ser Poder" para cualquiera de las dos posibilidades. Esto unido a que se considera ilegítima por sí misma la pretensión de tener Poder, -de "ser Poder"-, hace que consecuentemente se activen los mecanismos de contrapoder del otro, que opone una fuerte resistencia ante la posibilidad de que el primero logre el Poder.
4.- Complementariedad de poderes
Pero con esta complicada, sutil, confusa y ambigua dinámica entre el "ser Poder" y el "poder Ser", no finaliza la compleja trama de poderes y contrapoderes de la relación de
pareja.
Por lo general las líneas de poder tienden a la complementariedad y a la dicotomización.
Por ello ante cualquier forma de poder suelen confrontarse formas específicas de contrapoder. Así al poder de la iniciativa se le contrapone el poder del boicot. Al poder de la atención, el contrapoder de la indiferencia. Al poder de la autoconfirmación el contrapoder de la descalificación, al poder masculino, se le contrapone el poder femenino, o viceversa, etc. como se expone más abajo.
La interacción de estos poderes y contrapoderes suele operar a través de fuerzas que mutuamente se desactivan en lo que se ha dado en llamar en economía "juegos de suma cero". Pérez Opi y Landarroitajauregi llaman "tablas recurrentes" a este tipo de juegos, cuando están producidos por la interacción de un poder y su contrapoder mutuamente excluyentes. Este tipo de juego se explica más adelante.
5.- Complementariedad sexual de los poderes
En muchas parejas heterosexuales actuales de hecho sigue siendo frecuente la complementariedad entre poderes ancestralmente clasificados como masculinos y femeninos -como por ejemplo la supuesta fortaleza masculina frente a la supuesta debilidad femenina-.
Como esta complementariedad sexual del poder es cada vez más tabú, su análisis y desvelación resultan cada vez más complicados.
Varones que tienden a afirmarse ante sí mismos y ante sus parejas como "fuertes y capaces" incluso cuando están o se sienten débiles, al tiempo que castigan cualquier síntoma de fortaleza por parte de la mujer.
Frente a ello, mujeres que refuerzan la supuesta fortaleza del varón con su pretendida debilidad propia, mientras castigan cualquier atisbo de debilidad por parte del varón.
Esto produce juegos de poder y contrapoder curiosos donde se ponen en marcha la fuerza de la debilidad, la debilidad de la fortaleza, etc.
En estos juegos "de siempre" jugados por parejas "de ahora" el posicionamiento ideológico de ambos miembros les impide "ver" aquello que no pueden aceptar de sí mismos aunque sí puedan ver estas "contradicciones" en el otro.
6.- Algunos juegos de dominación
En muchos casos estos juegos tratan de un encaje de necesidades. Así como uno necesita dominar para sentirse más seguro, el otro acepta someterse como un modo de delegar responsabilidades o incluso de mantener la relación.
Siguiendo el Triángulo Dramático Karpman mencionado más arriba según el cual se van intercambiando los roles de Perseguidor, Salvador y Víctima, que puede representar cada jugador, los juegos de dominación pueden adoptar diferentes formas.
Se suele manejar una mezcla de miedo, obligación y culpa para que la pareja acabe sucumbiendo a las propias expectativas. Para ello se pueden emplear estrategias tan diversas como:
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• El castigo: Se amenaza, de manera directa o implícita, para que si no se realiza lo que uno desea el otro tendrá que atenerse a consecuencias negativas. Por ejemplo: “Si no vienes hoy conmigo, no esperes que mañana te acompañe”.
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• El autocastigo: En este caso la amenaza va dirigida a dañarse a uno mismo para hacer sentir culpable al otro. “Si tú no me quieres la vida no tiene sentido para mí, así que me abandonaré”.
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• Las promesas: Se ofrecen promesas maravillosas a cambio de que se acate la propia voluntad, pero no siempre se cumplen. “Si sigues conmigo te prometo que cambiaré y que seremos felices”.
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• El silencio: Supone una manera fría de mostrar enfado, en que el otro siente que sólo si cede logrará mejorar el clima relacional.
• Hacerse la víctima: Es una exigencia disfrazada de sentimientos de lástima y culpabilidad. Como, por ejemplo: “Si no vienes a verme estaré todo el día solo”.
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• Dar para recibir: En ocasiones dar u ofrecer cosas se utiliza para atar a la otra persona. “Dado que te ayudé ahora merezco algo a cambio”.
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• Culpabilizar: Se utilizan reproches o comentarios críticos para que alguien se sienta culpable y así corrija su actitud o su comportamiento.
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7.- Cómo detectar la manipulación
El mensaje manipulador puede expresarse mediante palabras o actitudes, pero siempre es vivido con una sensación de amenaza o exigencia. Escuchar las propias sensaciones y sentimientos ante los mensajes que recibimos es una buena fórmula para detectar cuándo somos víctimas de un chantaje emocional.
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Por lo general, la manipulación nos hace sentir que estamos en una situación sin salida fácil. Si accedemos a la petición debemos renunciar a nuestros deseos o necesidades, mientras que si no lo hacemos aparecen sentimientos de culpabilidad o miedo a ser rechazados o a que la otra persona se enfade.
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Es importante diferenciar una petición de una exigencia. Pedir implica dar libertad para elegir entre satisfacer o no la demanda y se tiene en cuenta a la otra persona. Mientras que al exigir no se da esta alternativa y se ignoran los sentimientos y las necesidades del otro. Cuando una persona no cede a una exigencia puede obtener consecuencias
negativas, como ser egoísta, interesada o insensible, o recibir algún tipo de castigo, como
el enfado o una actitud despreciativa.
Detectar esta diferencia entre petición y exigencia nos informará de cuándo somos objeto de manipulaciones o cuándo las utilizamos para conseguir lo que deseamos.
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8.- Salir de la trampa
Los juegos de dominación más intrincados son aquellos que implican un doble mensaje. Lo que se expresa directamente no está en coherencia con el tono que se utiliza, o detrás de una petición legítima se esconden fines subterráneos que responde al propio interés. Son trampas del tipo: “No hace falta que vengas. Tienes mucho trabajo y, total, siempre me las arreglo solo”.
Una manera de desmontar las trampas manipulatorias es hacerlas explícitas, es decir, verbalizar lo que se expresa de manera indirecta. Si lo hacemos en forma de acusación, diciendo por ejemplo: “Lo que en realidad quieres es que te acompañe y para ello me haces sentir culpable”, es fácil que se desmienta por la otra parte o incluso que haya como contestación una acusación mayor.
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Las manipulaciones dejan de tener poder sobre nosotros si las reconocemos como tales y expresamos a la otra persona cómo nos sentimos. Se puede decir, por ejemplo: “Me siento dividido. Por una parte me dices que no venga, pero por otra me da la impresión de que si no lo hago te fastidiará. Dime realmente lo que deseas y veré qué puedo hacer”. Si apelamos a nuestros sentimientos es más probable que nuestra pareja nos comprenda y quiera poner de su parte para aclarar la situación.
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Si ambos miembros de la pareja deciden deponer sus armas manipulatorias pueden ayudarse mutuamente, reconociendo cuándo ponen en marcha este tipo de artimañas. Sin embargo, en ocasiones uno de ellos o ambos no están dispuestos a reconocer cómo coartan la libertad de su pareja ni quieren cambiar su modo de relacionarse. En todo caso cada uno decide si hacer de la pareja un campo de batalla o un lugar de encuentro y de cooperación basado en el respeto, donde no sólo gane uno sino los dos.
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IV. JUEGOS NO CONSCIENTES
Como he mencionado anteriormente la línea divisoria entre los juegos de poder y los juegos no conscientes es muy fina y sutil. Si bien Berne señala que la diferencia entre unos y otros consiste en que juegos de poder son conscientes y tienen unos objetivos concretos, en el entorno de la relación de pareja se ponen en marcha estrategias más o menos conscientes y ambos juegos –el consciente y el inconsciente- se yuxtaponen. En cualquier caso, la tarea de la terapia de pareja es hacer consciente lo inconsciente -en tanto su manifestación resulta lesiva- en algunos de estos juegos, algo imprescindible para poder modificar sus reglas y con ello evitar interacciones nocivas o destructivas.
Así en este contexto podríamos considerar la toma de conciencia –el darse cuenta-, como un continuum sobre el que se despliegan estos juegos: en un extremo se encontrarían las manipulaciones más conscientes y los juegos de poder y en el otro extremo los juegos más profundamente inconscientes como la colusión.
Teniendo todo esto en cuenta he hecho una clasificación tomando como punto de partida la enumeración que hacen Pérez Opi y Landarroitajauregi. De los juegos no conscientes que comento, el de la colusión -definida por Willi- me ha parecido el más importante y nuclear, por lo que he decidido dedicarle un apartado completo por su trascendencia.
Como se ha explicado más arriba un juego no consciente es una secuencia de interacción más o menos repetida entre los miembros de la pareja, que atiende a unas determinadas reglas -normalmente implícitas-, cuya existencia es ignorada por los jugadores.
Desde dentro del juego las reglas resultan muy difíciles de verse porque precisamente una de las reglas del propio juego (quizás la más importante) es que no puede hablarse de las reglas. Todas las parejas tienden a "construir" estos juegos reglados que cumplen casi inevitablemente, sin saber que los están cumpliendo: cada uno de los dos sabe "algo", pero la totalidad del juego permanece oculto para los dos como pareja.
Estas reglas son difíciles de modificar precisamente porque no hay conciencia de su existencia, además de que hay mecanismos que dificultan su modificación.
Unos juegos tienen reglas muy complejas y elaboradas, y otros en cambio aunque tengan reglas muy simples, suscitan situaciones endiabladamente complicadas.
No todos los juegos tienen una significación similar, ni consecuencias comparables. Hay juegos de secuencias de conductas muy específicas más o menos atómicas que ocurren en determinados contextos, como por ejemplo determinados juegos sexuales.
Unos juegos son rituales que garantizan el engrase convivencial, aunque en muchas ocasiones son precisamente los mecanismos de nuestra infelicidad vital. Otros juegos sin embargo definen y vehiculan la totalidad de la relación (secretos familiares, dobles vínculos, colusiones, etc), hasta el punto que la relación de pareja se convierte en el "juego mismo".
La manera de hacer visibles y desactivar estos juegos no conscientes es desvelando la regla nuclear, es decir, la prohibición implícita de hablar de ninguna de las reglas. Cuando el juego se desvela se puede hablar de él, las reglas se hacen visibles y con ello, operables y por lo tanto modificables.
A parte de los juegos ya mencionados referidos a los juegos de poder, describimos a continuación algunos de los juegos no conscientes más frecuentes que vehiculan la relación de pareja como "la burbuja", la "escalada simétrica", el efecto "calle de enmedio", "la solución es el problema", el efecto "interruptor", las "tablas recurrentes", "el cuaderno de derrotas", “los celos”, “la dictadura altruista”, “la colusión”etc.
A) ESCALADA SIMÉTRICA
Su única —y aparentemente simple— regla es la siguiente: "la que me diste, te la devuelvo aumentada". Es un juego sin fin que siempre entrampa a sus jugadores y que por su propio diseño tiende a no permitir la escapatoria y a imposibilitar la victoria
B) LA BURBUJA
En muchas ocasiones cada uno de los miembros de la pareja requiere un espacio íntimo de soledad, de ruptura temporal de la interacción con el otro. Pérez Opi y Landarroitajauregi lo llaman "estar burbuja".
Desde este estado casi todas las interacciones resultan invasivas lo que a menudo propicia una sensación de abandono, distanciamiento o rechazo en el otro, por lo que frecuentemente trata de "establecer contacto”.
Cuanto más trata de "contactar" más burbuja permanece el otro y cuanto más "burbuja" mayor intento de "contacto". Por lo general ambos quedan insatisfechos, —si no dolidos— de estas interacciones.
El matrimonio O'Neill —autores de "Matrimonio abierto"— resuelve estas situaciones con un sombrero: Cada vez que alguien está "burbuja" se pone el sombrero y permanece con él puesto hasta que el estado de aislamiento desaparece.
Con ello se consigue que nadie invada su "burbuja" y el resto de la familia no siente "rechazo", simplemente "sabe" que éste está "burbuja". La "magia" de este "truco" es que cuando alguien sabe que su "burbuja" es respetada, necesita menos tiempo y menos intensidad de "burbuja" y curiosamente, la "burbuja" se hace menos presente y menos persistente.
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C) CUADERNO DE DERROTAS
Es una percepción distorsionada de las “victorias y derrotas”: curiosamente en la pareja suele ser muy difícil que cada uno "señalice" y "recuerde" las propias "victorias" y sin embargo sí tenemos mucha facilidad para señalizar y recordar las propias "derrotas". Estas derrotas son interpretadas a su vez como victorias ajenas aunque el otro no las contabiliza como victorias propias sino también como derrotas.
De esta manera, cada vez que cada uno cede, pierde, se ve dañado o no obtiene su deseo, puntúa la secuencia como una derrota propia -y por tanto como victoria ajena-. Probablemente que el otro también perciba la propia derrota como victoria ajena.
Todo esto se produce de forma implícita y preconsciente que de ningún modo se verbaliza ni se comparte.
Esta tendencia es responsable en gran medida de que en determinados ítems vitales cada uno de los dos quiera desquitarse de todas las derrotas sufridas a lo largo de la experiencia de vida compartida. Cuando este "desquite" coincide con la ruptura de la relación o con una profunda crisis de la misma, la posibilidad de "tablas recurrentes" aumenta y las consecuencias indeseables de éstas se disparan.
La sensación de derrota es muy patente en el juego de “la calle de en medio”, que se describe más adelante.
D) DICTADURA ALTRUISTA Y EGOISMO INSOLIDARIO SIMÉTRICO
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Dictadura altruista. En nuestra cultura está muy extendida la idea de que la pareja es justo lo contrario al egoísmo, como si éste fuera la negación misma de la pareja. Esto implica una identificación de la pareja como “altruísmo obligatorio”. Pérez Opi y Landarroitajauregi llaman a ésta el prejuicio de la dictadura altruísta.
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Egoísmo insolidario simétrico. Para ser jugado necesita del contexto de la dictadura altruista. Este modo de pensamiento tan generalizado actúa en dos fases simétricas:
1) Autovelación. Me niego a ver mis propios intereses convenciéndome de que no existen (“no tengo intereses propios”)
2) Heterodesvelación. Al descubrir los intereses del otro lo descalifico por el mismo hecho de tenerlos ("eres un egoísta").
El otro responde simétricamente a ambas fases negando sus propios intereses y devolviendo la descalificación al descubrir los intereses que él también ha descubierto en mí.
Nos descalificamos mutuamente sin siquiera intentar negociar nuestros intereses (que quedan sin ser resueltos), imposibilitando cualquier resolución.
Frente a la dictadura altruista se puede promover en las parejas —nosotros lo hacemos con bastante éxito— lo que llamamos el egoísmo solidario.
O sea, no solamente yo soy egoísta (tengo deseos personales) y lo admito sino que solidariamente acepto que tú también seas egoísta (tengas tus propios deseos personales
distintos de los míos). Aceptados nuestros legítimos egoísmos negociémoslos en nuestro mutuo provecho y para el mejor cultivo de nuestra relación.
A continuación veremos cómo este juego actúa en determinados modos de solución de conflictos en lo que Pérez Opi y Landarroitajauregi llaman efecto "calle de enmedio".
E) EFECTO CALLE DE EN MEDIO
Cuando no hay consenso entre los dos deseos divergentes este es un modo de negociación muy extendido: se opta por una tercera propuesta que no satisface ninguno de los dos deseos originales. El proceso cognitivo del citado efecto "calle de en medio" actúa mediante los siguientes pasos:
1) Conciencia de la divergencia: cada uno de los dos partícipes descubre la divergencia Por lo tanto: "Yo propongo A, tú propones B, pero A y B difieren". Nivel 1
2) Argumentación veladora: en la negociación cada uno defiende la idoneidad objetiva de su propuesta ocultando (regla indispensable) la deseabilidad subjetiva de su propia propuesta autoprohibiéndose verbalizar expresiones como: "me apetece", "lo deseo", etc, que desvelarían el propio deseo.
3) Heterodesvelación: los dos "ven" bajo los argumentos del otro su deseo oculto (cuanto más oculta cada uno, más lo ve el otro y viceversa) así que cada uno "escucha" los “argumentos objetivos” del otro como legitimaciones tácticas.
4) Autoconvencimiento: en sentido contrario el propio proceso cognitivo de creación de los argumentos, propicia una tendencia cognitiva a tomar por inequívocas las propias argumentaciones —olvidando que en principio eran objetivaciones tácticas para la negociación definitiva—.
5) Sustitución y redefinición del nivel de conflicto: con la propia dinámica de la argumentación, comienza la sustitución del conflicto inicial por el conflicto nacido en el proceso de negociación. Ambos olvidan que querían hacer A ó B, y ahora quieren hacer no-A ó no-B.
6) Negociación final de la divergencia de nivel 2: ambos aceptan que el nuevo problema es del tipo "dos deseos negativos cruzados" así que articulan mecanismos de solución a este —y no al otro— problema. El modo de esta negociación pasa ineludiblemente por la propuesta de una tercera posibilidad, ajena a las dos primeras. Por lo tanto la solución final queda como sigue: dado que yo quiero 'no-A' y tu quieres 'no-B', hagamos un 'C' que ha de ser necesariamente un 'no-A/no-B' (de modo que cuanto menos deseo nos suscite a ambos la propuesta 'C', más probable será que funcione como solución negociada aceptable y por lo tanto pueda llevarse a cabo).
7) Consecuencias de la negociación: se lleva a cabo la solución negociada y ninguno de los deseos iniciales. Cada uno lo percibe como una derrota.
F) LA SOLUCIÓN ES EL PROBLEMA/MÁS DE LO MISMO
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Más de lo mismo. En las parejas a menudo se produce un fenómeno magistralmente explicado por Watzlawick que conocemos como "más de lo mismo". Más o menos las reglas de este juego son las siguientes:
1. Existe un problema X al que se le aplica una solución A
(Si el problema X remite, es más probable que el resto del juego se produzca).
2. Ante la reaparición del problema X u otro similar, se aplica de nuevo la solución A pero esta vez sin resultados eficaces, por lo que se incrementa la intensidad de la solución (2A). Mientras el problema permanece, se aplican sucesivamente las mismas soluciones pero aumentando su intensidad, frecuencia o generalización (3A, 4A, 5A, etc.).
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La solución es el problema. El esquema de aplicación de "más de lo mismo" se suele convertir en una trampa de difícil resolución y puede generar como resultado el efecto descrito por la escuela de Palo Alto que conocemos como "la solución es el problema".
El juego es que el problema es precisamente la solución que trata de darse, de modo que cuanta más solución se aplica más problema hay. El problema se acaba cuando deja de darse la solución.
Aunque parezca un contrasentido, en pareja, muchos conflictos son menos problemáticos cuando se puntúan como absolutamente "irresolubles". Más aún, redefinirlos como "irresolubles" es precisamente el modo más eficaz de resolverlos (o de lograr que no sean problemas). Esto es especialmente evidente en los casos de "la solución es el problema", ya que al definirse el problema como absolutamente irresoluble se abandonan las soluciones que eran el problema.
G) LA QUIMERA DE LA IGUALDAD SEXUAL
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Este es un tipo de conflicto que suele generar el juego de “la solución es el problema” que por su envergadura necesita tenerse en cuenta independientemente..
Existe una creciente sensibilidad social en contra de la discriminación sexual. Como parte de esta lucha social transformadora, se dan ideologías que tienden a presentar a hombres y mujeres como iguales (ante la ley, en derechos, en consideración social o en remuneración económica) y que con el tiempo han ido a generar un concepto de igualdad sexual.
Sin embargo la idea de igualdad sexual es una paradoja de solución lógica imposible: En tanto que sexual no puede ser igual ya que -el sexo implica diferencia por definición-, y en tanto igual no puede ser sexual.
La pareja heterosexual se convierte entonces en un espacio de traición donde cada uno ama a un representante del enemigo, constatando la tendencia de este enemigo a no ser "igual" que uno y, por ende, a reincidir en esta enemistad: esta es una nueva semilla de discordia en el seno de las parejas heterosexuales.
Muy someramente, las pautas de este moderno juego de pareja se producen del modo siguiente:
a) Se presupone que efectivamente somos iguales
b) Se define el problema como "cuando no somos iguales deberíamos serlo";
c) Por tanto la solución es que "ha de procurarse la igualdad, incrementándose la igualdad";
d) Se procura este incremento de igualdad luchando activamente contra cada una de las diferencias.
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Con este mecanismo de resolución de desigualdades sexuales —la lucha contra las desigualdades y la negación de la diferencia—, la solución se convierte en el problema:
cuanta más solución se administra más imposible es equilibrar las desigualdades. Mientras más luchamos por no ser desiguales, no sólo fracasamos —en el terreno sexual siempre seremos desiguales— sino que imposibilitamos el escenario que propicie la cooperación necesaria para manejar estas diferencias con justicia.
Cuando las parejas clasifican este problema como irresoluble dejan de padecerlo:
se acepta que se haga lo que se haga el otro seguirá siendo un hombre o una mujer, y eso no cambiará.
Por lo tanto la solución no está en cambiar nada sino en aprender a convivir con "alguien del otro bando". Justo entonces, lo irresoluble, comienza a resolverse.
Con cierta frecuencia en pareja tendemos a confundir "negociar" con "buscar el medio", el "fifty-fifty", el 50% o el punto equidistante. Este prejuicio es increíblemente frecuente.
Nosotros lo llamamos el "prejuicio de la mitad" y produce espirales inacabables de insatisfacciones y luchas en la búsqueda de "el dorado" (la igualdad en cada uno de los segmentos, en cada bit, en cada hecho de vida).
Sin embargo en pareja, la igualdad es una utopía hacia la que avanzamos caminando ecuánimemente por entre las desigualdades de diferente signo.
H) EL EFECTO INTERRUPTOR
El efecto "interruptor" es una de las consecuencias más evidentes de la binarización de la comunicación erótica.
Consiste en una regla, que presente en la erótica de la mayoría de las parejas, exige la realización de la totalidad del acerbo erótico particular. Por el contrario, si no
se produce "toda" la secuencia erótica, se imposibilita "cualquier" interacción. Así pues las interacciones eróticas de infinidad de parejas responden a un modelo tipo interruptor, con dos únicas posiciones: "encendido" o "apagado". Cuando el interruptor está encendido se realiza "toda" la secuencia de conductas eróticas propias de la pareja. Por el contrario, cuando está apagado no puede realizarse "ninguna" de ellas.
Cada uno de sus miembros está obligado al todo o nada (independientemente de lo que se esté deseando o necesitando) y cualquier transgresión a esta regla suele suponer descalificaciones mutuas ("calentarme y dejarme", "para no acabar, mejor no empezar", etc).
Las parejas reguladas por el "interruptor" tienden a creer que siempre los dos han de ir al mismo lugar, buscando las mismas cosas. Sin embargo, en pareja, cada uno de los dos quiere a ir a un lugar distinto a buscar diferentes cosas.
Afortunadamente la comunicación erótica no es una comunicación binaria (todo o nada), sino que es "un continuo". Esto hace posible que todos los registros eróticos que son más que "nada" pero menos que "todo", sean legítimos, gratificantes, divertidos y amorosos.
Cada pareja ha de encontrar cuáles son sus recursos intermedios entre el "encendido/apagado" y cuándo le apetece ponerlos en marcha.
J) LAS TABLAS RECURRENTES
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Las "tablas recurrentes" son situaciones paralizadoras virtualmente permanentes ya que los jugadores no acaban el juego.
Algunos juegos lúdicos contemplan la posibilidad de que ningún jugador gane llegando a una situación de "tablas". Esta metarregla garantiza que el juego no se convierta en un "juego sin fin” y se abandone la partida sin más.
Como en la pareja no existen metarreglas de ese tipo, las situaciones técnicas de "tablas" se convierten en "juegos sin fin" que pueden llegar a fagocitar la relación misma. Los miembros de la pareja tratan de salir de ella forzando una victoria que sólo genera nuevas "tablas".
Se teje una complicada tela de araña de difícil escapatoria en la que cada uno es víctima de su propio juego. Se sigue la misma lógica de la guerra entre bandos muy igualados: cuanto más tiempo dura la guerra más desoladores son sus resultados sin que por ello ninguno de los bandos alcance la victoria, con crecientes y costosas pérdidas y daños en ambos contendientes.
Para este tipo de situaciones solo hay tres salidas posibles:
a) un golpe de suerte que favorezca la victoria de alguien; b) el "abandono" de uno de los dos jugadores; y c) la articulación de una metarregla que permita definir la situación como "tablas".
Esta última posibilidad, que es con claridad la menos lesiva y la más funcional, suele estar sumamente dificultada ya que admitir las "tablas" supone desvelar el propio juego y esto es en ocasiones virtualmente imposible.
J) LOS CELOS
Son "juegos no conscientes" donde ambos miembros establecen un tipo de reglas que pueden resultar lesivas y que dependen en cierta medida de la intensidad y carácter de las emociones y de los conceptos.
Los celos por sí mismos no son un problema: son una poderosa emoción -y como tal ni "buenos ni malos"-. A lo largo de la historia hemos ido construyendo sobre esta emoción un complejo entramado de ideas, legislaciones, justificaciones, literatura, etc. y que tienen que ver con una concepción del "amor como pertenencia" y del "matrimonio como patrimonio".
A veces los confundimos (por ser emociones, son de naturaleza extralógica), con los conceptos, y teorizaciones en torno a ellos y además cometemos el error de descalificarlos como si no fueran sentimientos fuertemente enraizados en nosotros mismos.
Se pueden tomar como criterio de evaluación y medición del amor ("se muestra celoso, luego aún me quiere"), y también como potenciadores de la pasión, propiciando voluntariamente esta emoción. ("Lo que tienes que hacer es darle celos, ya verás como se preocupa más de ti y te hace más caso")
Las interacciones que promueven los celos tienden a ser colusivas y ambos miembros de la pareja participan de ello. Willi clasifica los celos como una colusión sádico-anal, explicada más adelante.
El juego celotípico suele desplegarse así :
- Uno quiere evitar los celos del otro y le oculta determinada información. El otro, al “ver” estos ocultamientos aumenta sus celos y reconstruye imaginariamente la información que sabe -o cree saber-, que el otro oculta.
- Uno desea provocar celos en el otro y le muestra determinada información disimuladamente –si no, no funcionaría-, lo que provoca una hipervigilancia del otro, que tiende imaginar mucha más información de la que está recibiendo.
Así pues, la fantasía y la imaginación son el caldo de cultivo de los celos.
A efectos de análisis y de intervención clínica puede resultar eficaz diferenciar emoción, concepto, y pautas de interacción entre los miembros.
No se trata de probar la verdad ya que esto puede llegar a transgredir los límites intra y extradiádicos –algo a lo que tiende el mismo juego celotípico-.
En la experiencia de Pérez Opi y Landarroitajauregi lo que propicia la "patología relacional" son determinadas reglas de interacción y no las conductas reales ni las características personales de ambos miembros.
Por tanto, el criterio de evaluación es la intensidad y extensión del daño percibido que el juego produce a cada uno de los jugadores y a la relación misma. Así pues, no todos los juegos celotípicos son patológicos. Puesto que no todas las parejas se sienten dañadas por sus interacciones celógenas. En último término, el verdadero problema de ambos es el juego al que
están jugando.
La dinámica que los celos propician lleva a que ambos piensen que el problema está en el otro: quien los "sufre activamente" piensa que la conducta del otro es la responsable de su dolor. Quien los "sufre pasivamente" suele pensar que la responsable es la "personalidad celotípica" del otro.
Los celos, su prevención y las estrategias para resolverlos pueden estar en el nacimiento de determinados problemas de pareja, o incluso pueden convertirse en el "problemón" mismo en determinadas parejas.
Resolver los problemas que los celos pueden suscitar pasa por:
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aceptar que efectivamente sentimos —o padecemos— esta emoción,
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que nos proporcionan infelicidad y que
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somos nosotros mismos quienes los alimentamos por muy "justificadora" que la conducta del compañero/a sea de mis celos, o por muy "fantaseadora" que sea su interpretación de mi conducta.
Por su naturaleza emocional, las interacciones que promueven los celos tienden a ser colusivas. Ambos participan aunque no lo deseen e intelectualicen en sentido contrario.
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V. LA COLUSIÓN
La colusión es un concepto que viene del psicoanálisis y por tanto me parece imprescindible hacer una aproximación a algunos conceptos básicos del psicoanálisis para poder entrar en una interacción que como veremos impregna a prácticamente casi todas las relaciones de pareja.
Debido a su trascendencia me ha parecido necesario dedicarle este apartado completo por la complejidad de este tipo de juego no consciente y por su carácter vertebrador en la interacción de la pareja.
1.- ALGUNOS CONCEPTOS BÁSICOS: LA “ELECCIÓN DE OBJETO”
Desde el punto de vista del psicoanálisis, la colusión tendría una estrecha relación con la elección de objeto, lo que en psicoanálisis se refiere al acto de elegir a una persona o un tipo de persona como objeto de amor.
La palabra «elección», no debe tomarse aquí en sentido intelectualista (elección entre diversas posibilidades igualmente presentes), sino que evoca lo que puede existir de irreversible y determinante, en la elección realizada del tipo de objeto amoroso en un momento decisivo de la historia del sujeto.
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Según Freud, la elección de objeto se efectúa según dos modalidades principales: el tipo de elección de objeto por apoyo y el tipo de elección de objeto narcisista.
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a) En la lección de objeto por apoyo -o anaclítica- el objeto de amor se elige sobre el modelo de las figuras parentales, en tanto que éstas aseguran al niño alimento, cuidados y protección. «[...]las personas encargadas de la alimentación, los cuidados, la protección del niño» proporcionan el prototipo del objeto que satisface sexualmente.
Tiene su fundamento en el hecho de que originariamente las pulsiones sexuales se apoyan en las pulsiones de autoconservación.
En palabras de Freud «se ama [...] según el tipo de elección objetal por apoyo: a) a la mujer que alimenta; b) al hombre que protege, y a las series de personas substitutivas que de ellos parten».
b) La elección de objeto narcisista no constituye la reproducción de una relación de objeto preexistente sino la formación de una relación de objeto sobre el modelo de la relación del sujeto consigo mismo y en la que el objeto representa a la propia persona en alguno de sus aspectos. Identifica con la madre que en otro tiempo le cuidaba.
«Se ama (...) de acuerdo con el tipo narcisista: a) a lo que se es (a sí mismo); b) a lo que se ha sido; e) a lo que se quisiera ser;
d) a la persona que ha sido una parte de la propia persona».
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En el caso d), “la persona que ha sido un aparte de la propia persona”, se alude al amor narcisista que la madre siente por su hijo, el cual en otro tiempo ha sido parte de su propia persona. Aquí el caso es muy distinto, por cuanto el objeto elegido no es semejante a la propia unidad del sujeto, sino que le permite a éste recobrar, restablecer su unidad perdida.
El acuerdo inconsciente sería un ejercicio por el cual se intenta unificar armónicamente diversas resoluciones del narcisismo y del complejo de Edipo de cada yo, en una vivencia de encuentro que brinde el anhelado e ilusorio carácter de unicidad. Implica un yo y un otro, en una cooperación mutua para evocar inconscientemente un determinado tipo de vínculo, que realiza un deseo compartido y que contiene los lugares del parentesco.
Todo acuerdo inconsciente comporta la ilusión de eternidad y el deseo de cada yo, de contar con el otro, como un objeto único. El acuerdo inconsciente se haría en base de una apropiación mutua y compartida de aspectos de la vida mental de cada yo; o en otros términos, tendría un fuerte componente de coidentificación sobre la base de una comunidad de motivos.
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2.- COLUSIÓN COMO JUEGO NO CONSCIENTE
Al hablar de los juegos no conscientes decíamos que algunos de ellos definen y vehiculan la totalidad de la relación hasta el punto que la relación de pareja se convierte en el "juego mismo". La colusión es un ejemplo de ellos.
Jürg Willi define el concepto colusión como "juego conjunto no confesado,
—inconsciente, oculto recíprocamente— de dos compañeros, a causa de un conflicto fundamental no superado", y cuya principal característica radica precisamente en la implícita y común no aceptación de que se trata de un juego.
La colusión es una forma de juego no consciente especialmente paralizadora, ya que al tener sus raíces fuera de la propia experiencia relacional resulta especialmente difícil de manejar en el contexto de pareja. Lo peor de todo ello es que las parejas, por los propios mecanismos de "selección de pareja" tienden a ser colusivas.
Ejemplos muy frecuentes de juegos colusivos pueden ser los dos siguientes:
a) Esposo que no habiendo nunca superado el hipercontrol materno, proyecta sobre su esposa su "lucha de liberación" resolviendo su necesidad de autoafirmación como persona adulta y libre a base de construir unos límites intradiádicos absolutamente impenetrables que imposibilitan la intimidad o la confianza.
b) Esposa que no habiendo definido su difícil papel de mujer en el mundo moderno, proyecta sobre su marido la culpabilidad de milenios de injusticia sexual haciéndole virtualmente culpable, cómplice y propiciador de todas sus limitaciones personales.
A menudo a) y b) se encuentran y complementan las reglas de sus juegos, construyendo una perfecta colusión que les complica la convivencia sobremanera.
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Para Willi la colusión consiste en una serie de problemas y conflictos de una misma clase que tienen la facultad de atraer dos personas. Ambas esperan en el otro la curación de las lesiones y frustraciones provocadas en la primera infancia, anhelan liberarse de aquellos temores y subsanar la culpa. Las fantasías e imaginaciones no expresadas constituyen una predisposición para la formación de un inconsciente común. Es una complicidad inconsciente y no confesada en la combinación entre los miembros de la pareja. Sirve para realizar deseos de amar vehementes e inmaduros y, al mismo tiempo, asegurar la defensa contra los temores que ello implica.
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Siguiendo a este autor, en las relaciones amorosas están en juego disposiciones personales profundas, que no salen a relucir en otras relaciones. Una relación amorosa moviliza recuerdos de experiencias amorosas anteriores y, en especial, de la relación con la madre. Son recuerdos felices y satisfactorios, pero también dolorosos. Surgen temores a que puedan repetirse esas experiencias amorosas previas. Pero también se movilizan deseos de un amor que esté por encima del sufrimiento, que pueda curar y compensar los traumas anteriores.
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3.- AMBIVALENCIA
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Las disposiciones a las relaciones neuróticas se manifiestan con frecuencia en una ambivalencia torturante. En el caso de los hombres se trata, por ejemplo, de la ambivalencia entre proximidad distancia. Ellos anhelan la intimidad pero después no la soportan. Generalmente esta ambivalencia tiene que ver con la relación con la madre. Se trata del temor al amor devorador de la madre, de sus límites, de poder destructivo. La ambivalencia de las mujeres puede reflejarse en el temor de ser abandonadas, que se sobrecompensará con el aferramiento y la entrega total de la pareja.
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Las personas con rasgos de carácter neuróticos se presentan a menudo como seres sensibles, vulnerables, inseguros de sí mismos que dejan percibir deseos regresivos e infantiles. Estos rasgos pueden esconderse tras deseos de unión, armonía, idealización, dependencia y ternura.
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Los deseos vehementes neuróticos reprimidos ofrecen una relación de intimidad especial, satisfactoria y exclusiva. Sin embargo una profunda ambivalencia lastra la satisfacción de esos deseos apasionados. Tan pronto como se perfila la satisfacción de los deseos excesivos, aparece el otro polo de la ambivalencia mediante reacciones defensivas y un rechazo rudo y humillante.
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La ambivalencia entre los deseos vehementes y las actitudes defensivas pueden solucionarse en la relación de pareja en donde los deseos regresivos de amar y su defensa se complementan.
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En la convivencia prolongada, la colusión no puede mantenerse como un arreglo satisfactorio. El miembro de la pareja que es regresivo se siente obligado a iniciar conductas y desarrollos más maduros. También siente que el miembro progresivo le humilla y le convierte en alguien dependiente por lo que comienza a defenderse. El miembro que es progresivo afirmará que deja libertad absoluta al regresivo para que asuma la responsabilidad, pero, por interés propio favorece que este continué en su posición regresiva (Willi, J. 1993, P. 162).
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El problema de la colusión es que apenas deja un margen de desarrollo para evolucionar, pero los miembros de la pareja tienen miedo de abandonarla porque creen que no lograrán estar tan unidos como antes. La rabia que causa percatarse de esto genera odio y desprecio hacia el otro y conduce a una relación destructiva (Willi, J. 1993, P. 162).
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4.- MODELOS DE COLUSIÓN
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Willi, J. propone una tipología de parejas en conflicto basadas en los ”esquemas de colusión”, tipificados según la respuesta que ambos miembros de la pareja muestren ante conflictos de desarrollo psicosexual. Uno aporta la necesidad de realizar sus deseos -realización regresiva-, y el otro aporta la motivación para ayudarle a satisfacer esos deseos -realización progresiva-.
Estas respuestas de cada uno están fundamentadas en las problemáticas y características de los individuos que conforman a la pareja y son simplemente los puntos transversales del ciclo de vida del cada uno en la relación con los progenitores.
Willi insiste en que los tipos de colusión no son categorías fijas de pareja, sino categorías dinámicas que aluden a temas conflictivos del desarrollo donde la terapia debe intentar que el matrimonio salga de esa fijación paralizante y sea capaz de desarrollarse nuevamente.
1) Colusión oral
“Amor como cuidado unilateral de uno por el otro”.
Deriva de la idea de que uno, como madre, tiene que cuidar al otro como a un “niño desamparado.
Se encuentra una persona desvalida con pretensiones regresivas y un auxiliador que desearía realizarse progresivamente. La persona desvalida anhela ser mimada, protegida y cuidada en el amor. El auxiliador concederá a la pareja todo el cariño, la cuidará, ayudará y apoyará. Será compensado por la confirmación de ser importante para la otra persona.
"En estas parejas puede mantenerse una conspiración inconsciente, para ocultar la dependencia detrás del rol de dador, de más fuerte. Así se preservan el masoquismo de uno y el narcisismo de otro. Ser indispensable para el compañero débil resulta un método que preserva la autoestima y asegura el vínculo a la vez que disfraza sus necesidades de dependencia".
La fijeza de los roles y la insaciabilidad del “bebé” pueden llevar con el tiempo al conflicto.
En la terapia, la resistencia común de la pareja se dirige contra la idea de poner en tela de juicio que las funciones de atención tengan que ser exclusivas. Prefieren ver la terapia como una forma de optimizar la efectividad del “cuidador” o “enfermero”. La idea de que ahora también el “bebé” tiene que desempeñar funciones de cuidador respecto a la “madre” les resulta novedosa y al principio les produce angustia.
2) Colusión Sádico-anal
“Amor como dominio sobre el otro”
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Se podría asemejar a lo que Fina Sanz lo define como “modelo de inclusión”.
Tiene las variantes dominante/dominado, sádico/masoquista y celos/infidelidad.
La fórmula de elección de pareja es:
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Anal activo: “yo puedo ser tan activo, tan autónomo y tan fuerte porque tú eres tan dependiente, pasivo y dócil”.
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Anal pasivo: “yo puedo ser tan pasivo dependiente e irresponsable porque tú eres tan autónomo, fuerte y poderoso”.
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El tema del poder y el dominio es central aquí y el ataque continuo es una situación frecuente resultante del temor de ser dominado por el otro en cuanto se muestre la menor debilidad. Se teme la regresión a la dependencia oral.
Por regla general, es el hombre el que necesita para la realización de su posición progresiva una pareja ante la cual pueda asumir el control y las funciones directrices. Por su parte la mujer, en posición regresiva, puede apoyarse en él, buscar protección, seguirlo pasivamente y dejarse guiar.
En la terapia la resistencia común es el cuestionamiento de la idea de que la relación se rompería si ambos se comportaran con libertad y autonomía. Para fortalecer esta concepción el dominado se comporta con torpeza y falta de responsabilidad en sus imaginarias aspiraciones de autonomía, reforzando el rol del dominante.
3) Colusión Narcisista
“Amor como ser uno sólo”.
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Podríamos asemejar este tipo de vinculación con lo que Fina Sanz lo define como modelo de fusión, aunque en este también se superpondría el modelo de inclusión que ella contempla.
Dos preguntas la organizan: “¿hasta qué punto el amor exige la entrega de uno mismo y hasta qué punto permite que se pueda seguir siento “uno mismo”? ¿Puede considerarse al cónyuge un ser con autoridad propia o meramente como ramificación y ensanche de uno mismo?”.
La pareja progresiva constituye el centro de la unión. Estará idealizada por la pareja regresiva, que girará como un satélite, como narcisista complementario alrededor de la pareja progresiva. La pareja regresiva no plantea exigencias para sí, porque no se siente capaz de desplazar su propia individualidad.
El cónyuge progresivo es un narcisista fálico-exhibicionista cuya ideología compagina con su estructura: dinámica sin contemplaciones, egoísta, orientada al éxito. El cónyuge regresivo es un narcisista esquizoide socialmente cohibido, en contraste con el anterior; no se siente considerado como ser independiente sino que debe ubicarse “a la sombra” del fálico, sin alimentar muchas expectativas ni pretensiones.
La resistencia de la pareja suele aparecer en torno al hecho de que se ponga en tela de juicio que el ideal de la relación es la armonía primitiva de la fusión. La imposibilidad de alcanzar este estado de fusión idealizada llena de rabia y desilusión a la pareja y al tiempo se molestan continuamente como defensa para la evitación de la unidad deseada. La terapéutica propuesta por Willi es establecer fronteras claras -aunque más flexibles-, tanto intra como extradiádicas, conforme al lema “Yo soy yo, tú eres tú, nosotros dos somos diferentes”.
4) Colusión fálico-edípica
“Amor como afirmación de la fuerza masculina”
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En esta colusión ambos miembros de la pareja tienen una relación conflictiva respecto al papel masculino. Está formada por una mujer histérica y un hombre “histerófilo”, agradable, fuerte, pero un tanto apocado, habitualmente hijo de una madre fálica y a quien le cuesta abandonar la postura pasiva de dependencia que tuvo con ella. Ellos actúan como “salvadores” de mujeres en desgracia que necesitan la protección de un hombre.
La interacción sería:
El: me hago tan potente porque tú me reafirmas tanto”.
Ella: Te puedo reafirmar tanto porque tú, por mi acción, te haces tan potente”.
En situación de conflicto la interacción cambia a:
El: Soy tan impotente porque tú me has castrado”.
Ella: Yo te castro y te desprecio porque tú eres impotente”.
En terapia ambos esperan que se ayude al marido a conseguir una masculinidad más fuerte, para que la mujer lo pueda reconocer como superior en la realidad, idea cuya realización la pareja sabotea constantemente de forma inconsciente.
Según Willi, la solución terapéutica sería que el marido no tuviera que presentarse aparentemente masculino y la mujer aparentemente femenina, en que el hombre aprendiese a acomodarse abiertamente a sus debilidades, su pasividad, su molicie y necesidad de ayuda; y por otro lado, su mujer no tuviera que reprimir sus necesidades de despliegue de energía, vitalidad y fortaleza.
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VI. CONCLUSIÓN
La conexión con un otro puede ir desde una conexión de dos Egos, a nivel consciente -donde no hay alianzas amorosas, sino acuerdos y contratos- a una conexión desde el anima (parte femenina inconsciente del hombre) con el animus (parte masculina inconsciente de la mujer), donde la relación es totalmente inconsciente.
Quizás pudiésemos hablar aquí de “rapto psíquico”, o de una conexión del ego de una con la parte contrasexual del otro, ejemplificado a través del amor romántico y por último, la conexión con nosotros mismos, lo que nos invita a asumir la responsabilidad de nuestro propio bienestar psíquico y donde la pareja sólo sería el compañero de camino que juega un rol de apoyo y compañía.
Willi insiste en todos estos tipos de colusión no son categorías fijas de pareja, sino categorías dinámicas que aluden a temas conflictivos del desarrollo donde la terapia debe intentar que la pareja salga de esa fijación paralizante y sea capaz de desarrollarse nuevamente.
Las relaciones reales emergen cuando hay un reconocimiento de la presencia y la imagen de otro, a quien se le respeta su proceso individual y con el cual se quiere compartir el camino de la vida, pero también hay una necesidad de reflexionar sobre nuestra propia existencia y el sentido de la misma, para no traicionarnos y diluirnos en el compañero por muy amado que éste sea. En la vida de pareja cada día es un nuevo amanecer que nos invita a recrear la vida cotidiana.
Teniendo en cuenta la clasificación del poder de Lluís Casado, consistiría en transformar el poder como manipulación en el poder relacional como enriquecimiento compartido, como creador de sistemas sinérgicos ya que la pareja es una célula social.
Aunque no sea este el lugar para plantear los principios del Análisis transaccional de Berne, sí quiero decir que quizás este proceso de transformación pasa por la necesaria recuperación de la autonomía perdida a la que este autor se refiere, que se manifiesta por la liberación o la recuperación de las tres capacidades: conciencia de las cosas, espontaneidad e intimidad.
Así pues, ante el conflicto surgido en un juego inconsciente o en un juego de poder la tarea de la terapia de pareja es hacer consciente lo inconsciente -en tanto su manifestación resulta lesiva-, lo que es imprescindible para modificar las reglas implícitas en estos juegos. Sólo modificando estas reglas podremos evitar interacciones nocivas o destructivas.
Debe afirmarse que el cambio es siempre conflictivo; y que el conflicto es inevitable en toda relación viva y por lo tanto cambiante. Nuestra misión en terapia es observar las resistencias y hacerlas patentes para resolver los conflictos. La inexistencia de conflicto es la parálisis de la relación. Por ello como ya se ha dicho, en pareja es mucho más importante saber levantarse que aprender a no caer.
Una nueva etapa de la relación comienza cuando ambos cónyuges se descubren por fin como hombre y mujer y como amantes. Para ello es necesario que los dos cobren conciencia de ciertos elementos que habían permanecido ocultos bajo la superficie.
BIBLIOGRAFÍA
.- CAMINO ROCA, JOSEP LLUÍS. Artículo “Juegos de poder y psicológicos”.
.- CAMPUZANO MONTOYA, MARIO; con la colaboración de DE IZAURIETA DE JUAN, MIREN y HERNÁNDEZ FLORES, TERESA. “La pareja humana, su psicología, sus conflictos, su tratamiento”, Editorial Plaza y Valdés, Méjico, 2002.
.- PÉREZ OPI, ESTER; LANDARROITAJAUREGI, JOSERRA, “Teoría de pareja: introducción a una terapia sexológica sistémica”,
Revista española de sexología, nº 70-71. Madrid, 1995.
​
.- SANZ, FINA, “Los vínculos amorosos”, ed. Kairós, Barcelona, 2007.
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.- http://www.selecciones.com.mx/content/la-quimica-del-matrimonio-feliz/Etapa 3.
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.- http://www.tuanalista.com/Diccionario-Psicoanalisis/4870/Eleccion-de-objeto-u-objetal.htm
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.- http://www.cristina-llagostera.com/recursos/articulos/article_base.php?id=156J
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